LA VOZ DE MI ABUELO – EL TESORO DEL CURA
- Pablo Tréboles
- 10 jun 2020
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LA VOZ DE MI ABUELO – EL TESORO DEL CURA
Por: Pablo Tréboles
Informante: Isidoro Tréboles (Mi Bisabuelo)
Eran tiempos antiguos, aquellos tiempos en que las calles eran empedradas y en Conocoto apenas existían unas cuantas casas rodeadas por extensas hectáreas de bosques. Isidoro vivía junto a su esposa Dolores en una casa de adobe y tejas, con un terreno amplio donde Isidoro sembraba su maíz y su frejol, en el patio había un pozo, pues muy cerca del terreno, dentro de un bosque existía un ojo de agua que alimentaba subterráneamente los pozos de las escasas familias que vivían en el sector.
Dicen que algo tienen los bosques y mas aun aquellos bosques que fueron habitados por culturas antiguas, al parecer eso era lo que sucedía en el sector de Conocoto donde Isidoro y su esposa vivían.
Una noche, en un sueño a Isidoro se le presento un cura.
-Sígueme- dijo el cura en el sueño y el sacerdote que vestía una sotana negra llevo a Isidoro hasta un lugar cercano al pozo y le dijo -Aquí, a treinta metros bajo tierra vas a encontrar un cofre lleno de piezas de oro antiguo, el oro es de vos si logras sacarlo- Isidoro despertó sudando a la madrugada y no pudo volver a dormir pensando en aquel extraño sueño.
Isidoro decidió hacer caso a aquel sueño y fue a buscar a sus compadres, entre varios hombres, herramientas y unas botellas de puro se dispusieron a trabajar en busca del tesoro, cavaron, y a los treinta metros uno de los compadres con una pala golpeo algo firme y con sonido metálico en el fondo del agujero, limpiaron el polvo con las manos y descubrieron que se trataba de un cofre muy antiguo con tapa metálica, desenterraron el cofre por completo, era grande y muy pesado así que decidieron atar cabos alrededor para halarlo hasta el exterior y cuando empezaron a halar, se escuchó el galopar de un caballo, los hombres que estaban halando el cofre vieron acercarse al terreno un caballo negro, con ojos rojos, que exhalaba vapor por sus fosas nasales, de los cascos con cada pazo salían chispas rojas y sobre el caballo iba un jinete vestido también de negro que ocultaba su rostro bajo un sombrero de alas anchas.
Los hombres iban despertando atontados, la visión de aquel caballo y su jinete habían hecho que se desmayaran, en el fondo del agujero uno de los compadres de Isidoro despertaba igual de atontado que los demás y el cofre había desaparecido.
Impresionados por lo ocurrido todos los compadres se hicieron una limpia con cigarro y trago para protegerse del mal aire. En la noche Isidoro volvió a soñar al cura.
- ¡El oro era solo de vos! - Le dijo el cura con aire molesto.
Isidoro volvió a despertar sudando y nunca más volvió a saber sobre aquel oro enterrado en el terreno de su casa.
Un tiempo después del fallecimiento de mi bis abuelo cuando yo tenía 9 años de edad, el barrio donde vivo que es el mismo lugar donde vivió mi bisabuelo Isidoro, empezó a urbanizarse, pues antes el barrio solo era un chaquiñán empedrado rodeado de un gran bosque de eucaliptos, en fin, cuando el barrio empezó a urbanizarse parte de la transformación era el alcantarillado y la colocación de adoquines, lo que implicaba que el chaquiñán debía desaparecer junto con varios árboles y plantas que existían en donde vivo, cuando pasó el tractor levantando grandes pedazos de tierra pude ver que desenterró una vasija de barro que enseguida fue destruida al golpear contra el cajón de la volqueta que transportaba la tierra removida. En la esquina de la casa quedó un pequeño agujero, unos vecinos al pasar cerca de ese agujero que parecía la pisada de un caballo habían notado algo extraño en lo profundo, enseguida estos vecinos llamaron a mis abuelitos para que salieran a ver, yo de curioso también me metí en el tumulto de vecinos y como era el mas pequeño hicieron que metiera mis manos y sacara lo que había dentro, logre sacar de la tierra, unas piedras de moler, restos de vasijas, muelas humanas, una parte de un cráneo y la cabeza de un fémur, los vecinos llamaron al presidente de la junta parroquial quien se llevo los descubrimientos prometiendo que construiría un museo sobre la historia de Conocoto (Tengo 28 años, el museo sigue sin existir y la memoria de los abuelos cada vez se hace más frágil).
En esa época no entendía lo importante que eran esos descubrimientos, pero ahora analizando con la historia del tesoro que contaba mi bis abuelo me atrevo a pensar que en algún lugar de este barrio deben estar enterradas unas piezas de oro antiguo. Solo deseo de todo corazón no ser yo quien las encuentre.

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