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CRÓNICA DEL CAMINANTE – EL PASO A LA VIDA

  • Foto del escritor: Pablo Tréboles
    Pablo Tréboles
  • 12 sept 2020
  • 3 Min. de lectura

CRÓNICA DEL CAMINANTE – EL PASO A LA VIDA

Por: Pablo Tréboles

Fotos: de Tatiana Proaño, Rodrigo Salas, Juan Carlos Veloz


En el viejo Pichincha, en una arista al sur de su cumbre existe un expuesto cruce de roca conocido como El paso de la muerte, desconozco quien lo nombró de esa manera, pero en enero de 1956 Fabián Zurita encontró en el paso de la muerte la “Alegría del esfuerzo”, pues para Fabian ese cruce de montaña constituyó un PASO A LA VIDA.


El paso de la muerte es una parada obligatoria, para todos quienes disfrutamos de la montaña, pues al encontrarse en una de las montañas más cercanas a Quito, resulta casi imposible no dejarse tentar por la curiosidad de conocer dicho lugar; para algunas personas esta aventura llega a ser la primera de una vida de montañismo, para otras la primera y la última, y para otras personas como yo; una aventura que debe ser esperada con paciencia, pues como siempre digo “No hay apuro”.


El covid-19 nos atacó a nivel mundial desde marzo del 2020 y después de 6 meses de aislamiento y sin compartir caminos con mis amigos; (Jota) Juan Carlos Veloz, Tatiana Proaño y Rodrigo Salas, el viejo Pichincha nos invitaba a volver a reunirnos. Jota, Taty y yo nos encontramos en el teleférico de Quito a las 12 del día, super tarde para subir a la montaña, yo me encontraba nervioso pues nuestro plan era escalar por la arista, cruzar el paso de la muerte y hacer cumbre del Rucu, era la primera vez que ascendería por esa ruta.


Iniciamos la marcha solo los tres, pues el plan era que Rodrigo nos alcanzara un poco más tarde, realizamos el acercamiento a la base de la arista en un tiempo de una hora y diez minutos, nos alistamos, Jota y Taty se encordaron mientras yo abría la escalada, los pasos por la arista no son difíciles pero si requieren de concentración, mientras escalaba iba diciendo a mis amigos por donde avanzar, de vez en cuando la arista se convertía en un camino que facilitaba el ascenso, de repente después de cruzar una cresta un extraño malestar me atacó: Eran los efectos de la altura los que me empezaron a molestar, Jota me regaló un chocolate y enseguida logré reponerme y continuamos la marcha, mi amigo ya había subido otras veces por el paso de la muerte así que sabía que estábamos cerca.


Después de bordear unas rocas nos encontramos con el famosísimo paso de la muerte, quise pensar en silencio “Mucho gusto señor paso de la muerte” pero por alguna razón lo hice en voz alta y Jota respondió; -Mucho gusto-. Entonces; armamos una estación en una roca, Jota se alistó para abrir el primer tramo hasta la mitad, yo le aseguraba con un nudo dinámico, mi amigo llegó al siguiente punto de anclaje y armo otra estación para asegurar desde ahí a Taty yo empecé la travesía detrás de Tatiana, hasta la mitad de esa pared lo hice en libre y sin cuerda, pero justo en el centro existe una especie de agujero que me impidió seguir , así que Jota me lanzó la cuerda me acordé y llegue a donde se encontraban mi amigos, -Tu abre el último tramo- me indico mi amigo, y así lo hice atravesé el delgado puente de roca hasta llegar al otro lado, en ese punto la mejor opción era descender un poco por la derecha y ascender por una canaleta muy estrecha, encontré que los pasos para pies eran pequeñitos y mis botas apenas se sujetaban a las roquitas con las puntas, ese lugar requería de concentración, pues sí mis botas resbalaban hubiera caído en péndulo y el golpe hubiera sido muy fuerte, conseguí subir la canaleta sin problema y armé otra estación para asegurar a mis amigos, luego cruzó Taty también sin problema y después cruzó Jota, habíamos superado el paso de la muerte.


Guardamos la cuerda y continuamos la marcha, Rodrigo no aparecía por ningún lado, pero de repente un grito llamó nuestra atención, era Rodrigo quien aparecía en la parte alta del Paso de la muerte, pero por el lado en donde nosotros ya no estábamos, yo ya me había adelantado unos cuantos metros cuando Jota me pidió la cuerda así que regrese para entregársela, Juan Carlos se quedó en el cruce asegurando a Rodrigo, mientras que Tatiana y yo nos adelantamos a la cumbre.


Eran las 15:32, los cuatro nos encontrábamos en la cumbre, a las 16:30 bajaba la última cabina del teleférico, yo estaba mareado por la altura, el esfuerzo y por que no había comido nada, corramos dijeron mis amigos.




 
 
 

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