CRÓNICA DEL CAMINANTE – Territorio de osos
- Pablo Tréboles
- 17 jul 2019
- 5 Min. de lectura
CRÓNICA DEL CAMINANTE – Territorio de osos
Por: Pablo Tréboles
Pahuma es una palabra de origen Yumbo cuyo significado es “Cabeza plana” Pues en la cima de este bosque húmedo que se encuentra en el noroccidente de Quito se forma una gran planicie. Los Yumbos habitaron este bosque durante muchos años y siendo grandes conocedores de la naturaleza trazaron en su interior senderos que les servían como vías de comercio para licor y especias, estos senderos fueron llamados Culuncos por el sonido que hacía el licor al moverse dentro de los grandes pondos que los Yumbos cargaban en sus espaldas “Culun, Culun”.
Nos habíamos reunido a las 6:30 de la mañana del día Sábado 17-06-2017, en las instalaciones del Movimiento Juvenil de Cumbres El Sadday en la ciudad de Quito, yo me encontraba en proceso de prueba para poder ser miembro activo del movimiento. Con esta salida dábamos inicio a una tradición del movimiento “el verano de El Sadday” y era mi segunda salida con los compañeros Saddaistas, sin embargo, esta actividad era especial, pues los veranos de El Sadday incluyen personas de fuera del movimiento, de cualquier edad, adultos y niños salen con el grupo para aprender y pasar un momento divertido en la naturaleza.
Había decidido unirme al Movimiento por que vi que El Sadday compartía la misma filosofía de montaña que mi antiguo club del colegio Montufar me había inculcado hace ya unos años atrás, también me había interesado por su historia y creo que elegí muy bien.
Una vez que ya nos encontrábamos todos reunidos iniciamos el viaje, Luis me había prestado un chaleco de El Sadday pues en esta ocasión también iba a participar como colaborador. Esta salida me emocionaba mucho pues siempre he querido enseñar un poco de lo que amo hacer a otras personas, enseñar y aprender. Nos acompañaban niños, jóvenes y adultos, todos mostrabamos gran alegría y entusiasmo durante las dinámicas que Oscar y Marianita realizaban en el autobús.
Hicimos una parada en la parroquia de Calacali, donde Pablo, Oscar, Cesar y yo dimos una breve explicación sobre la importancia histórica de la Parroquia pues en este lugar encontramos el antiguo monumento a la mitad del mundo, además también explicamos que todo este sector era territorio Yumbo.
Terminada la explicación nos dirigimos a la reserva Pahuma, donde el encargado de la reserva nos dio otra explicación sobre el bosque húmedo que visitariamos, realizamos el calentamiento adecuado e iniciamos el recorrido.
En el grupo se encontraba una muchacha bastante interesante, una de aquellas personas que ven más allá de lo que sus ojos le muestran, con ciencia en su mente, dulzura en sus ojos y ternura en sus palabras, su nombre es Salo, el tipo de persona con la que te encuentras de casualidad, y que mejor encuentro que en la naturaleza. Pasamos por un jardín de orquídeas que tristemente no se encontraban en floración, vimos varios Quindes que con un vuelo juguetón nos daban la bienvenida, los niños que nos acompañaban veían el bosque con ojos curiosos, los mismos ojos que pude notar en el rostro de Salo al encontrar una extraña hoja.
Habíamos llegado a la primera cascada y uno por uno pasábamos para tomarnos una foto, Omar, Luis y Yo ayudamos a los niños a pasar por el estrecho filo de las rocas, cuando todos se habían tomado las fotos, César dio la orden de que teníamos que continuar, subimos por un largo camino de bosque, Pablo y yo conversábamos sobre lo impresionante que es el bosque húmedo, sobre su hermoso color verde y de las espectaculares flores que encontrábamos en el camino, encontré unas pequeñas flores blancas con rojo, reconocí que pertenecían a la familia Ericaceae, la misma familia del mortiño, estas flores son comestibles, así que tomé varias de ellas y en la siguiente parada repartí a nuestros acompañantes, dándoles instrucciones de cómo consumirlas.
Debíamos cumplir con el objetivo de la salida que era la práctica del Cayoning (descenso de cascadas) y al llegar al sitio en donde César había planeado esta actividad, Salo encontró un pequeño Cutin, un sapito de color café que se había cruzado con los caminantes y asustado se había detenido en el camino, Salo ahora lo tenía entre sus manos, y de forma tierna lo sujetaba con mucho cuidado, intentamos tomarle alguna foto pero el anfibio era muy pequeño y ninguna salió siendo digna de admirar, hubiera seguido intentando pero Fabricio me solicitaba que le ayude a colocar las estaciones para el Cayoning y como yo tenía una de las cuerdas que habíamos llevado debía ayudarlo de forma inmediata.
Instalamos la primera estación y fui a buscar a Omar que se había adelantado con el resto del grupo a la cascada más grande, Omar tenía la otra cuerda, me la entregó y la lleve al punto en donde se encontraba Fabricio y Pablo, instalamos las dos estaciones, Fabricio me pregunto si sabía rapelar, la técnica la había aprendido hace tiempo y la había practicado muchas veces, así que no tenía ningún problema, el primero en descender fue Fabricio, luego yo y por último fue Pablo, a quien Fabricio ayudó haciéndole un descuelgue o rapel asistido.
Después de unos minutos llegaron el resto de compañeros y empezamos la actividad de Cayoning, se podía notar como todos se divertían y cada uno empezó a descender con la ayuda de Fabricio quien los aseguraba desde la parte superior de la cascada, yo colaboraba colocando arneses y cascos, luego fui a la parte baja para ayudar a retirar el nudo de seguridad junto con Omar, Cesar ayudaba a descender a los caminantes novatos que entre sustos y caídas superaban su miedo con mucha alegría, las personas que no se atrevieron a descender se bañaban en la cascada riéndose al contacto con la Yacumama.
Una de las niñas que nos acompañó, Alison de 9 años de edad fue la única pequeña que se atrevió a descender la cascada ayudada muy poco por la mano de César, pues en el pequeño corazón de Alison existía un gran valor, descendió con una sonrisa en su rostro, cuando llegó a la parte final, hice que chocáramos puños, pues siempre me ha parecido hermoso ver a niños y niñas disfrutando del contacto con la Pacha mama.
La última en descender fue Salo, terminando esta actividad recogimos el equipo, era hora de regresar a donde había quedado el autobus, en el camino de regreso Salo y yo conversábamos sobre las plantas que encontrábamos en el bosque.
Llegamos al parqueadero de la reserva, fui a refrescarme y Salo a cambiarse y retomamos el viaje, íbamos a la parroquia de Nanegalito para almorzar, entramos a un comedor, Marianita, Oscar, Pablo, Luis, Salo y yo, almorzamos junto a una familia que nos había acompañado a esta aventura, conversábamos sobre la experiencia en común que habíamos vivido en el bosque húmedo, pero mientras comíamos y conversábamos, afuera del restaurante, detrás de la ventana se encontraba un señor, mirando a los comensales disfrutar de los alimentos que habían pedido, este hombre mostraba su hambre, y nadie dentro del comedor, ni en la calle le prestaba atención, era invisible para los ojos comunes, Salo y yo lo habíamos notado y todos en nuestra mesa se habían dado cuenta, haciendo honor al lema del movimiento juvenil de cumbres “servir es ascender” mis compañeros y yo decidimos brindar un plato de comida que pagamos entre todos al señor de la ventana.
En cada viaje, en cada paso, conocemos personas extraordinarias, personas que llegan a existir en nuestras vidas para llenarla de luz, decir que las conocemos por casualidad en realidad está mal, pues en este caso creo que los mismos Apus pusieron en mi camino, a Salo, Pablo, Nancy, Luis, Marianita, Fabricio, Oscar, Omar y a Cesar, así como a todos quienes conforman “EL SADDAY” para que así pudiéramos aprender y enseñar más, sinceramente espero que esta no sea la única crónica del caminante inspirada en las experiencias Saddaistas y que más bien vengan muchas otras crónicas andariegas en la compañía de este hermoso grupo. “SERVIR ES ASCENDER”.

Comentários