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CRÓNICA DEL CAMINANTE - ¿Por qué subir montañas?

  • Foto del escritor: Pablo Tréboles
    Pablo Tréboles
  • 18 feb 2019
  • 6 Min. de lectura

Por: Pablo Tréboles


“Para disfrutar de la naturaleza”, “para ver al mundo desde otra perspectiva”, “para retarme a mí misma” esas fueron las respuestas de mis amigos Bryan, Daniela, y Diana cuando les hice esa sencilla pregunta bajo la luz del fuego de campamento. ¿Por qué subir montañas?


Celebrábamos los 50 años de EL-SADDAY con un ascenso simultaneo a más de 50 cumbres dentro y fuera del Ecuador, tan grande era nuestro sueño común de hacer historia, que incluso, atravesamos el Océano Pacifico en busca de una cumbre pues las Islas Galapagos albergaban a una Saddaista quien también participaría en este ascenso histórico, cada Saddaista iba a ser líder de una cumbre y todas serian visitadas el mismo día: 12 de noviembre del 2017. Mi montaña: la hermosa y peligrosa Mama Cotacachi.


El 11 de noviembre Habíamos llegado al campamento justo debajo de una roca con forma de cabeza de lobo, en los páramos del Cotacachi, me encontraba en compañía de mis amigos Bryan, Daniela y Diana, quienes me habían acompañado muy amablemente y felices para intentar esa riesgosa cumbre, Bryan es uno de los montañeros que más aprecio, es fuerte, humilde, de corazón noble y con un gran respeto a la montaña, esas características le hacían idóneo para formar parte de mi cordada para el ascenso, Diana es una muchacha que conocí por un curioso accidente, es una chica más de la selva que de las montañas, sin embargo ahora su alma puede que se encuentre divida entre el calor y el verde de la amazonia y el viento frio y las ondulaciones de los Andes, Daniela es una Warmi Karanki, oriunda de Imbabura, con mirada tranquila, misma que transmite con sus gestos y risas, cuando vi a mis tres amigos reunidos en el campamento supe de inmediato que esa era la cordada perfecta, fuertes, técnicos, preparados y respetuosos.


Regados como maíces sobre las chacras, sembrando y cultivando el “servir es ascender” estábamos los Saddaistas a lo largo de la cordillera de los andes, creo que incluso el sol sentía nuestros latidos, porque la tarde del 11 de noviembre nos regaló un espectáculo sin igual, lentamente se escondía en el horizonte regalándonos un sinfín de colores, mis amigos y yo nos encontrábamos jugando en las rocas cercanas al campamento, realizando prácticas de rapel y de escalada en una pared de piedra floja, desde ahí vimos como el sol se escondía lentamente justo a las 18:09 se acabó de esconder detrás de un mar de nubes a occidente, se había acabado nuestro día, debíamos bajar al campamento preparar la cena, las mochilas para el día siguiente y descansar.


Para preparar nuestra cena hicimos una fogata, asamos salchichas e hicimos sanduches de atún, mientras comíamos conversábamos sobre como realizaríamos el ascenso, Bryan y yo les explicamos a nuestras amigas que llegar a la cumbre dependía no solo de nuestras condiciones físicas y técnicas, sino que dependía de las condiciones de la montaña, “la montaña es la que decide” dijo Bryan, una pequeña frase llena de sabiduría, entonces les hice la pregunta ¿Por qué subir montañas? Me dieron sus respuestas, me sentí satisfecho y alegre por conocer un poco más los sentires de mis amigos, sentía que de esa manera nuestro ascenso sería más seguro pues no solo nuestros cuerpos estarían caminando juntos, también nuestras almas se sentirían juntas en cada paso, también me preguntaron ¿Por qué subir montañas?.


La noche fue fría, fuertes vientos golpeaban nuestras carpas intentando levantarlas con nosotros adentro, los vientos eran fuertes pero el cielo nocturno estaba despejado, antes de ir a dormir logramos ver a varias estrellas fugaces atravesar el cielo, la vía láctea nos iluminaba y la silueta de la Impotente María Isabel de la Nieves Cotacachi nos cobijaba como dándonos las buenas noches.


A las 4:30am sonó la alarma del despertador de Bryan y Daniela debíamos salir a intentar la cumbre, nos alistamos, nos pusimos arneses, cascos, cargamos las mochilas y nos reunimos afuera de las carpas, la montaña seguía despejada, mi corazón me decía que era posible llegar a la cumbre, Bryan pensaba igual, hicimos la oración de montaña para pedir permiso y optimistas comenzamos la marcha, yo iba al frente, detrás de mi venia Diana, Daniela y Bryan cerraba el grupo poniendo banderolas para poder encontrar el camino de regreso.


Atravesamos el páramo, entramos al arenal, subíamos con un paso suave pero constante, poco a poco notamos que la neblina nos tapaba el camino, debía guiarme por las apachitas que se encontraban en algunos tramos, escalamos una pequeña pared, atravesamos unas rocas flojas que habían caído de una pared de unos 60m y llegamos al primer punto de referencia la rampa de roca, la encontré seca no tenía nieve ni hielo, era segura para subir, la escalamos sin problema, arriba de la rampa descansamos, nos hidratamos y continuamos la marcha, una pequeña travesía que no fue difícil de superar, abajo se encontraba la ladera de las piedras flotantes, un montón de piedras flojas desechos de la montaña, las pasamos, subimos pegados a la pared, dando pequeños resbalones en la arena fina de ese sector, en la parte alta de ese lugar se encontraba la arista final, empezamos a darnos cuenta que el viento soplaba más fuerte de lo normal impidiéndonos avanzar con agilidad, empecé a notar en mi chompa una delgada capa de escarcha blanca y en las rocas de mi alrededor unas pequeñas púas de hielo, la arena se volvía más firme, se congelaba, llegamos a la arista y apenas pusimos un pie en ella y el viento nos empujó de regreso al arenal, luchamos contra él, frente a nosotros se encontraba la pared final, la veíamos como llamándonos vestida completamente de blanco, el viento nos impedía respirar y dar un paso en dirección a la pared.


Me arrodille y mis amigos hicieron lo mismo se quedaron unos pasos más atrás en la arista, yo intente continuar pero el viento me lo impidió, volví a arrodillarme, entendí que la montaña no quería que subiéramos, entendí que era imposible seguir luchando contra ese viento, saque mi cámara para tomar una foto de la pared blanca que tenía frente a mí, pero apenas saque mi cámara del estuche y la pobre quedo congelada, no pude hacer una foto del lugar, regrese empujado por el viento hasta donde estaban mis amigos, decidimos bajar, esa seria nuestra cumbre, nos dimos un abrazo rápido e iniciamos el descenso.


Mí cámara quedo congelada, no reacciono hasta llegar al campamento, en la rampa realizamos un video con el celular de Diana para hablar de lo que habíamos visto, seguimos descendiendo, esta vez con Bryan a la cabeza yo cerraba el grupo recogiendo las banderolas, el viento seguía fuerte, en el arenal nos hacía caminar chueco, llegamos al campamento la neblina estaba alta y el viento no soplaba tan fuerte, nos quitamos todo el equipo e ingrerse un momento en a la carpa para descansar, pasaron 30 segundos y el viento volvió a atacar, salí de la carpa y descubrí que todo el campamento había sido cubierto de neblina, el viento nos golpeaba con mucha fuerza, desarmamos el campamento lo más rápido que podíamos, mis manos literalmente estaban moradas del frio y no reaccionaban a lo que les pedía que hicieran, la montaña no estaba de buen humor y quería que nos marcháramos, armamos las mochilas como pudimos y regresamos a donde nos esperaría la camioneta para regresar a Quiroga, siendo empujados por el viento.


Daniela regreso a Ibarra y yo regrese a Quito con Diana y Bryan, en Quito nos dirigimos al local de EL-SADDAY pues quería encontrarme con mis amigos Saddaistas para el respectivo abrazo por los 50 años del movimiento pues el ascenso al Cotacachi fue por eso, encontré a Juanito con sus dos hijos pequeños, a Nancy, a Dianita Mayorga, a Charito, a Cesar, a Denis y a un rescatista que estaba listo para salir en ayuda en caso de que alguna cordada de las 56 tuviera problemas.


¿Por qué subir montañas? Fue lo que también me preguntaron mis amigos en el campamento, pues: Subo montañas para aprender de humildad, sintiéndome tan grande y pequeño al mismo tiempo, pues estando a los pies de una montaña un simple grano de arena es más grande que yo, subo montañas para enseñar y para aprender pues cada ascenso es diferente al anterior, no importa si es a la misma montaña, nunca es igual, siempre se aprende algo y he entendido que no importa que tan rápido llegas a la cumbre, lo que importa es lo que aprendes durante el camino.


Gracias por sus enseñanzas Bryan, Diana, y Daniela, que los Apus siempre les cuiden en sus caminos y muchas gracias por dejarnos volver Doña María Isabel de las Nieves Cotacachi.


Amigos montañeros y amigos no montañeros ¿Por qué subir montañas?.


 
 
 

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