top of page

CRÓNICA DEL CAMINANTE – Mundos diferentes, mundos iguales.

  • Foto del escritor: Pablo Tréboles
    Pablo Tréboles
  • 1 abr 2020
  • 6 Min. de lectura

CRÓNICA DEL CAMINANTE – Mundos diferentes, mundos iguales.

Por: Pablo Tréboles


¿Qué sucede cuando un cazador y un montañista se encuentran? ¿Qué sucede cuando tres cazadores y un conservacionista se encuentran?, nada.


Me encontraba solo, a 20min del campamento uno, del cerro altar, mis compañeros habían decidido subir una montaña pequeña a la izquierda de la ruta al campamento, así que me quede solo, lo único que podía hacer era salir del páramo, con la esperanza de encontrarme a mis amigos en el camino, de otro modo tenía mi plan B, que era pasar la noche en una cabaña abandonada y el plan C, si encontraba a personas en la bocatoma les pediría un aventón hasta Riobamba, debía estar preparado para cualquier circunstancia, así que recogí agua de un riachuelo y con la ayuda de unas pastillas purificadoras de uso militar, que un primo mío me había regalado conseguí agua bebible.


Después de un descanso y siendo las 13:00 horas del día domingo 26 de febrero del 2017, inicie mi camino de regreso a la bocatoma, era un camino lodoso que no presentó mayor dificultad, logre salir a la bocatoma, observe una de las cabañas abandonadas encontrándome que podía ser un excelente refugio para esa noche, pero también encontré un carro 4x4 estacionado en la bocatoma, pensé que tal vez los dueños del vehículo regresaría pronto, y como no tenía ningún apuro me senté a esperar.


Debieron pasar unos 30min cuando tres muchachos llegaron con cañas de pescar, cargados mochilas tan grandes como la mía, y botas de caucho igual de sucias que las mías, venían acompañados de un perro, saludamos y les pregunté si podían ayudarme a salir hasta Riobamba, me dijeron que lo harían con la condición de que les ayude con la gasolina, me pareció un trato justo y acepte, me quite las botas de caucho, y me coloque las botas de media montaña, subimos las mochilas al carro y mis 4 nuevos acompañantes y yo iniciamos el viaje de regreso a Riobamba.


Me dijeron que primero irían a Penípe, y como ya estaba dentro del carro, y ya en marcha, no podía hacer nada, más que disfrutar del viaje, les pregunté si habían pescado muchas truchas, la respuesta me sorprendió pues cada uno llevaba 25 truchas y dos de ellos tenían dos truchas de 30cm de largo, eran truchas gigantes, me contaron que habían pasado la noche a las orillas del río, me contaron que no solo se dedicaban a la pesca, también eran cazadores, eso me sorprendió. No tengo ningún problema con la pesca de truchas, pero si contra la caza indiscriminada de especies en peligro de extinción.


Tenía muchas cosas en mi cabeza para decirles, el típico discurso ambientalista en contra de ese tipo de actividades, por alguna razón guarde silencio, tal vez por miedo a que los cazadores me bajaran del carro y me quedara en la mitad de la nada solo y sin un lugar de refugio. En el camino los tres muchachos conversaban sobre sus presas, y las presas que habían obtenido en faenas anteriores, note que se expresaban de una forma que demostraba que sentían un profundo respeto por esos animales, y por los paisajes.


Los muchachos sacaron una resortera o una cata como le decimos en Ecuador y empezaron a dar cacería a un mirlo, todo frente a mis ojos, las piedras volaban en dirección a cada punto donde el pobre mirlo se posaba, ninguna dio en el blanco, yo daba las gracias cada vez que fallaban, disparaban desde el interior del carro y cuando el mirlo escapó, continuamos el descenso, los tres chicos siempre atentos a que algún mirlo se posara en el lugar adecuado para poder cazarlo y siempre que divisaban a una de esas aves nos detenemos, para que los tres cazadores intentarán hacerse de una presa para finalizar la faena.


Cada vez que nos deteníamos yo prácticamente rezaba para que fallaran sus disparos hacia esas pobres criaturas, en un momento antes de llegar a la carretera que nos llevaría a Penípe, se detuvieron pues habían visto a un pájaro brujo, mal llamado, petirrojo o pechirrojo, tomaron su arma unas cuantas piedras, y yo nuevamente pedía a todos los cielos que fallaran y no mataran a la pobre ave.


El primer disparo, la piedra voló en línea recta y solo pude ver el pequeño cuerpo rojo con negro desplomándose de la rama en la que se encontraba, el perro saltó por la ventana, pues había estado atento al trabajo de sus amos y corrió en dirección del ave muerta, la agarró entre sus mandíbulas y se la entregó a sus amos.


Reiniciamos el viaje, yo me sentía muy dolido por lo que había visto, y por no haber hecho nada para impedirlo, guarde nuevamente silencio, hasta llegar a Penípe, donde dos de los cazadores se quedaron, entonces me pasé al asiento de enfrente, uno de los chicos que se quedaron en Penípe nos regaló al conductor y a mí un vaso de cola y un pan, agradecí por el gesto, y entonces reiniciamos el viaje a Riobamba, en el camino conocí el nombre del muchacho que conducía el 4x4, su nombre era Esteban tenía 21 años, nos detuvimos para comprar tortillas de queso y tuvimos una larga y amena charla sobre nuestras actividades, le conté que lo mío era el montañismo, caminar, escalar, disfrutar de la naturaleza, Esteban me contó, que lo de él y sus amigos era cazar y pescar y me pregunto sobre lugares con buena pesca en la provincia de Pichincha.


Yo tenía mucha curiosidad por la cacería, así que empecé a hacerle muchas preguntas, le pregunté si había cazado venados, me respondió que sí, pero que a los pequeños no los cazaban, ni a las hembras preñadas, ni a los jóvenes, que solo cazaban venados enfermos o viejos y que la misma ley aplicaban para todos los animales que mataban, le pregunte del pájaro brujo que habían matado frente a mí, me dijo que por la coloración de sus plumas sabían que era un pájaro brujo anciano, entendí entonces que conocían mucho sobre la naturaleza.


Esteban me contó un poco sobre sus experiencias, me habló sobre la vez que había cazado un guarro, me dijo que el tamaño de las garras de los guarros eran impresionantes y que eran capaces de cortarte un dedo, también me habló sobre la técnica para cazar venados, diciéndome que el disparo siempre debe ser a 100m de distancia del animal, pues el olor del cazador podría advertirle, y el animal escaparía.

Hablamos sobre experiencias sobrenaturales en la montaña y él me contó sobre algunas leyendas de los ríos y las lagunas del altar, luego regresamos al tema de la cacería y le pregunté si alguna vez había visto un puma, me respondió que nunca, ¿osos? A esta pregunta respondió que sí, le pregunté si los había cazado y dijo que no, entonces me contó sobre la arista izquierda del altar, que tiene una vista hermosa a la laguna amarilla, y me dijo que en esa arista se puede observar una gran cantidad de cóndores, entonces volví a preguntar con algo de miedo a la respuesta ¿alguna vez has cazado un cóndor? Volvió a decir que no, y agrego que nunca lo haría, pero que si ha tenido oportunidades y me contó sobre una vez que había tenido a un cóndor macho dormido a 5m de distancia, en una arista, me dijo que cuando él y sus compañeros se habían acercado a mirarlo más de cerca el cóndor se había despertado y se había alejado volando, cuando me contó eso, pude notar una gran emoción en sus palabras y dijo con cierto tono de voz que esa ave era hermosa.


Entonces le pregunté ¿Por qué nunca cazaría un cóndor? Y su respuesta me conmovió, dijo lo siguiente y lo escribo textualmente, pues sus palabras se quedaron retumbando en mi mente, “Vengo de una familia de cazadores y pescadores, mis amigos también vienen de una familia igual, mi padre, mi hermano y mi abuelo se dedican a lo mismo, mi abuelo si cazaba cóndores, pero nosotros hemos visto que los condoritos son muy hermosos y que tienen una importancia grandísima en la montaña, entonces muchos cazadores jóvenes, hemos decidido no matarlos, respetamos mucho al oso, al puma, al lobo y al cóndor, a ellos nunca les disparamos, solo los vemos de lejos, pero nunca he visto un puma”.


Y terminó diciéndome que podríamos seguir en contacto y que me invitaría a alguna salida por las montañas de Chimborazo, le dije que sería genial y estoy convencido de eso, me di cuenta que los cazadores y los montañistas, no son muy diferentes, que los cazadores y los conservacionistas pueden tener diferencias, pero es solo porque no nos entendemos los unos a los otros, comimos las tortillas de queso que habíamos comprado y Esteban me llevó hasta el terminal de Riobamba, cuando nos despedimos me volvió a decir que debemos seguir en contacto y dijo “tú me enseñas a llegar a la cumbre de una montaña y yo te enseño a rastrear y a cazar un venado” nos despedimos.


Compre el boleto a Quito, mi bus salía a las 19:30, y eran apenas las 18:00, así que fui a comer algo en un comedor cercano, regrese a las 18:30 al terminal, y no había sillas vacías para poder esperar la hora de salida de mi bus, entonces baje mi pesada mochila y me senté en el piso, hace unas semanas he estado aprendiendo a tocar la armónica, así que saqué mi armónica y empecé a entonar el Himno a la alegría, en medio del gentío que se encontraba en el terminal, una pequeña niña de unos 8 años de edad, pasó frente a mí y me lanzo 5 centavos.


19:30 regreso a Quito.


-¿Qué sucede cuando un cazador y un montañista se encuentran?

- Se hacen amigos.




 
 
 

Comments


© 2023 por NÓMADA EN EL CAMINO. Creado con Wix.com

bottom of page