top of page

CRÓNICA DEL CAMINANTE – LO QUE APRENDÍ EN UNA INTEGRAL NOCTURNA.

  • Foto del escritor: Pablo Tréboles
    Pablo Tréboles
  • 14 jun 2019
  • 6 Min. de lectura

CRÓNICA DEL CAMINANTE – LO QUE APRENDÍ EN UNA INTEGRAL NOCTURNA.


Por: Pablo Tréboles


Recuerdo al club del Montufar con mucho cariño, aunque no participe en muchas salidas, y en las pocas que estuve presente siempre me pasaba algo. Esta es la crónica de una lección de sabiduría andina.


Nos reunimos en el Teleférico de Quito las 18 horas, no recuerdo el día, pero era el 2010, iba a haber luna llena, yo era el novato del grupo, me encontraba en compañía de los montañeros del club del colegio Montufar. Con 18 años y después de haber subido 3 montañas creía saberlo todo, a todos nos pasa, ahora llamo a dicha conducta egocentrista “el delirio del novato” pues muchos cuando empezamos a aventurarnos en el mundo de la montaña cometemos el mismo error.


En el grupo se encontraban mis amigos: Darwin, Pato, y Antuquito, además de varios compañeros que no conocía pero que luego se convertirían en personas muy importantes y a quienes tengo mucho cariño y respeto en la actualidad, estaban Juan Carlos Veloz (Jota), Francisco Comina (Paco), Fidel Zaldumbide, David García, Diana Troya, Edison Pozo, Darwin Pico y varias personas más con las que luego tristemente perdí contacto.


Iniciamos la marcha a las 19 horas desde la parte alta del teleférico, pero primero hicimos la oración de montaña que la dirigió Antuquito “OH gran hacedor del universo” y al finalizar la oración todos gritamos un ¡HUYAYAY! por los APUS a los que visitaríamos aquella noche, justo después de nuestro fuerte grito una pareja de enamorados se nos acercó, recuerdo la pregunta que nos hicieron ¿Por qué hacen esto? Y Paquito Comita les respondió –Hacemos esto, porque es nuestro estilo de vida, en la montaña aprendemos a superar los obstáculos que la vida nos pone en el camino- la pareja guardó silencio y se marchó para alcanzar las ultimas cabinas del Teleférico y regresar a la ciudad.


Empezamos a caminar en fila india, no recuerdo quien era nuestro guía pero Jota iba de escoba en compañía de Paco, yo caminaba en silencio, nunca he sido muy bueno para entablar una conversación, además me encontraba nervioso era la primera vez que caminaba en la montaña en la noche, hacía mucho frío y viento, pero las estrellas brillaban en el cielo, la luna ya estaba muy alta, antes de la torre de transmisión de cruz loma nos detuvimos para descansar 2 minutos, nuestro primer objetivo era la cumbre del Rucu Pichicha, esta salida consistía en realizar la integral de los pichinchas en la noche, éramos en total 18 caminantes nocturnos.


Yo iba muy confiado pensaba que mi equipo de última tecnología y caro me permitiría cumplir ese reto, además de pensar que conocía todo sobre ir a la montaña, que gran sorpresa me lleve esa noche. Antes de llegar al arenal nos pusimos los cascos y enseguida continuamos el ascenso, ya había subido al Rucu Pichincha una vez pero en el día, subirlo en la noche resultó ser mucho más cansado, y apenas avancé unos metros en vertical empecé a sentir un ligero dolor de oídos, llegamos a la roca del águila, y continuamos por la izquierda, mi caminar se comportaba torpe, me sentía mareado, subimos por la roca a la cumbre y cuando llegamos un dolor de cabeza intenso me atacó, además de un mareo terrible y náuseas.


En la cumbre del Rucu comí unos pedacitos de chocolate que mis compañeros me brindaron, para el soroche es bueno es azúcar y descender, pero ya eran las 10 de la noche y el único camino era continuar en la integral, espere que el chocolate hiciera su efecto, descendimos, volvimos a la roca del águila, nos detuvimos y sin querer vomite, no había marcha atrás lo que estaba empezando a sufrir era el conocido mal de altura.

Bajamos por el arenal que se encuentra detrás de la roca del águila, descendimos casi corriendo, y digo casi, porque con mi dolor de cabeza y mi mareo era imposible descender rápido, en el arenal encontramos un cráneo de lobo, y con todo el malestar que sentía le saque una fotografía, nos detuvimos junto al cráneo para esperar que todo el grupo se reuniera, al parecer mi casco estaba muy apretado, era la primera vez que lo usaba, desabroche el casco para poder respirar un poco, sin querer agache la cabeza y el casco con todo y linterna rodó cuesta abajo, Antuquito bajo corriendo para recuperarlo y enseguida vi a los dos escobas acercarse preocupados pues habían pensado que alguien del grupo había resbalado.


Continuamos caminando, los compañeros decidieron no subir al cerro Ladrillos así que pasamos de largo hasta la base del Padre Encantado, al llegar a las faldas de ese cerro decidí que no subiría pues no me sentía bien así que alguien sacó de su mochila un costal y me dijo entra, acuéstate, descansa, ya bajamos, una persona se quedó conmigo para ver que estuviera bien, y los demás ascendieron al Padre Encantado, subir a ese cerro no tarda más que unos 30 minutos y bajar unos 10 minutos, pero a mí se me hizo una eternidad, mi malestar no pasaba cada vez me sentía peor.


Pato nos dijo que debíamos continuar –atrás de esa arista, está el refugio del Guaugua- me dijo –ahí te puedes quedar a dormir y vas a estar abrigado- y yo me preguntaba en silencio ¿Qué es una arista? No tenía ni idea de lo que me estaba hablando, solo caminaba y de vez en cuando veía en el páramo algún espacio libre de pajonal y simplemente me dejaba caer, Darwin se acercaba y me decía que continuara, pero yo sentía que ya no tenía fuerzas, llegar al refugio del Guagua Pichicha se me hizo otra eternidad, no sé cuántas veces me caí en ese trayecto.


Por fin apareció una pequeña casita de color naranja, y yo solo quería entrar y abrigarme con alguna cobija que imagine que encontraría, ¿cobija? ¿Abrigarme? En el refugio solo había literas y colchones y para el colmo me tocó acostarme en un colchón sobre el piso, recuerdo que traía dos capas de pantalón, dos pares de medias, dos pares de guantes, tres capas de torso, un gorro para el frio y aun así temblaba, me quedé dormido, desperté cuando mis amigos se disponía a subir el Guagua, Darwin se acercó y me dijo –Pablin espere aquí, usted no puede continuar, porque se siente muy mal- así que me quede, me lamentaba mucho por no haber podido conseguir las 3 cumbres.


Ya eran las 6am y decidí salir del refugio, afuera había un cielo despejado y el sol empezaba a salir, el Cayambe, el Antisana, El Cotopaxi, El Pasochoa, se iluminaban con los primeros rayos de sol, era un espectáculo hermoso, miré hacia el volcán y vi que mis amigos empezaban de descender, yo sentía mucha vergüenza por no haber subido, sentía una tonta vergüenza porque creía que era débil, que no podía subir a las montañas, que no servía para esto, y mi mente me decía que esa sería la última vez que iría a la montaña, que me dedicaría a algo más, recordaba la primera vez que subí al Corazón y lo que había sentido en su cumbre y me daba mucha tristeza imaginar que no volvería a las montañas porque no servía para eso.


Con ese pensamiento descendí, aún continuaba mareado y deshidratado por todo lo que había vomitado y además me encontraba triste y avergonzado por no culminar la travesía, nos detuvimos en una planada en donde había una especie de cabaña con unas bancas, nos reunimos, y Jota empezó a hablar, recuerdo muy bien lo que nos dijo – A los que culminaron la integral con las tres cumbres, les felicito, son muy fuertes y llegaran lejos- baje la cabeza mire hacia el piso, obviamente no se refería a mí, pero Jota continuó hablando –y a los que no las consiguieron, les felicito el doble, no cualquier persona hace esto, no cualquiera aguanta toda una noche de frío -levante la mirada y lo vi directamente y Jota continuo– mientras muchos jóvenes están en la ciudad despertando de la farra, ustedes decidieron venir a conocer la montaña, sé que todos, van a llegar muy lejos, solo no se rindan- mi mente se quedó en blanco, me di cuenta que en esto de subir montañas no había competencia, me di cuenta que simplemente no estaba del todo preparado, que no era la noche para que lo hiciera, que debía entrenar más, y que debía pensar de forma positiva tanto en la montaña como mi vida diaria.


Tus palabras amigo Juan Carlos Veloz se quedaron muy clavadas en mi mente y siempre que enfrentó una dificultad las recuerdo, recuerdo esa integral nocturna y pienso “no cualquiera aguanta toda una noche de frío, sé que llegaré lejos, solo no debo rendirme”, no me he rendido, y continúo caminando por las montañas y la historia de esa integral es una de las que más me gusta contar.


Gracias por esa lección de humildad y de valentía amigo Jota, gracias a todos los amigos del CLUB DE ANDINISMO DEL COLEGIO MONTUFAR.





 
 
 

Comentarios


© 2023 por NÓMADA EN EL CAMINO. Creado con Wix.com

bottom of page