CRÓNICA DEL CAMINANTE – Historia de un descenso
- Pablo Tréboles
- 7 abr 2020
- 6 Min. de lectura
CRÓNICA DEL CAMINANTE – Historia de un descenso
Por: Pablo Tréboles
Antes de iniciar debo contarles algo que ocurrió en este lugar una noche de marzo en el 2014; Antuquito, Darwin, Cristian, Diana y mi persona nos encontrábamos acampando en el páramo en una planada justo antes de llegar al Paso del Inca, estábamos preparando la merienda cuando un extraño grito proveniente del conjunto rocoso del pico noroccidental del volcán Rumiñahui llamó nuestra atención, no era el grito de algún animal conocido, era algo más, lo que haya sido gritó cuatro veces seguidas y luego guardó silencio. Fuimos a dormir; Darwin, Diana y yo en una carpa, mientras que Antuquito y Cristian dormían en otra, a la madrugada unas fuertes pisadas alrededor de las carpas nos despertaron, sin embargo, nadie de las dos carpas quiso salir a ver que era, pero si notamos que era grande y que caminaba en dos piernas.
Noviembre 2019
Antes de iniciar la escalada por la pared final del ahora llamado Pico Antuco Morales me había quitado los lentes, pues la llovizna era fuerte y los llenaba de agua impidiendo que pudiera ver con claridad, me quite los lentes y se los encargue a Evelyn. Edgar y yo empezamos a escalar y rápidamente llegamos a la cumbre, hicimos la ceremonia de bautizo del pico y dejamos la botella de vino bajo una roca, la llovizna había pasado, pero las nubes solo tomaban un descanso pues amenazaban con un fuerte aguacero, decidimos por seguridad evitar descender por la pared que habíamos escalado y optamos por bajar por la cara norte del pico, yo más o menos conocía esa área y me lograba orientar, sabía que un poco más debajo de esa cumbre lograríamos encontrar terreno seguro y así fue, pero nuestros amigos se habían quedado en un collado en la base de la pared, por lo que debíamos escalar por una canaleta para encontrarnos con ellos, entonces a mi mente llego una idea: Podía usar esa oportunidad para conocer lo que hay al norte de ese pico, sabia donde estaba exactamente y tambien que si caminaba el filo de la roca y del páramo iba a encontrar un camino que sale directo a la ruta normal, así que pedí a Edgar que se reuniera con nuestros amigos e iniciarán el descenso y que nos encontraríamos al otro lado del pico y así inició mi descenso.
Edgar ganó altura rápidamente por la canaleta mientras que yo empecé a apegarme lo mas posible a las grandes paredes de ese lado de la montaña, enseguida encontré un sendero, seguramente usado por animales, chagras o cazadores y lo seguí, pero también rápidamente la lluvia apareció y con ella una neblina muy espesa y entre las dos hicieron que redujera mi velocidad al descender pues sin mis lentes no veía bien en donde pisaba y me escapaba de resbalar en la tierra, en las piedras o en la paja de ese terreno tan variable, recordaba como referencia una figura de roca zoomorfa con forma de sapo que habíamos visto durante un ascenso a uno de los picos más pequeños de ese conjunto, y sabía que si lograba encontrar esa roca solo sería cuestión de ir girando hacia la izquierda, pero de repente me vi dentro de un bosque de polilepis que crecía al filo de la roca y a mi izquierda aparecía una cascada estacionaria que nacía desde una de las aristas de las cumbres, tenia la esperanza de que al salir del bosque lograría ver mi punto de referencia pero cuando me vi en terreno abierto descubrí que el sapo de roca que estaba buscando estaba por lo menos a unos 300 metros verticales de mi posición y con esa neblina y la lluvia sería imposible verlo.
Sin embargo a pesar de este nuevo problema seguía sabiendo hacia donde dirigirme, seguí girando a la izquierda y logre darme cuenta que ya me encontraba en la cara occidental del pico, sabía que si empezaba a descender por el páramo entraría a el camino 4x4 que se abrió para la instalación de las torres de trasmisión que se construyeron hace unos años, así que empecé el descenso, imaginaba que mis amigos también estarían bajando por el otro lado de la montaña y sabía que en cuanto encontrara el camino saldría muy rápido a su encuentro. Terminé esa bajada empinada de pajonal y me encontré con lo que parecía ser una zona de reforestación, pensé que me había equivocado y que ese lugar no era el camino que estaba buscando, pero empecé a seguirlo pues se dirigía en la dirección a la que quería ir pero después de unos minutos me encontré con una “Y” un camino iba hacia la izquierda y otro a la derecha, pensé que si seguía el camino de la derecha iba a bajar al camino de 4x4 que buscaba así que aceleré el paso y empecé a seguir por la derecha dejando el camino central a unos 30 minutos atrás, entonces llegue a una antena de trasmisión pero ahí se terminaba el camino o eso parecía, pues descubrí que a la izquierda de la antena se abría un pequeño sendero, y pensé “Esto es lo que buscaba” y empecé la marcha y unos 20 minutos después descubrí que ese sendero llegaba exactamente; a ningún lugar.
Estaba al filo de una quebrada sin ninguna posibilidad de seguir hacia delante o de regresar sobre mis pasos, la neblina cada vez se hacía más espesa y llovía y escampaba de un momento a otro, estaba atrapado, no podía ver la antena que se suponía que estaba detrás de mi y tampoco escuchaba a la electricidad correr por los cables, por lo que me di cuenta que estaba muy lejos del punto de referencia y entonces entendí que el camino que buscaba era justamente el camino que había dejado atrás hace casi una hora.
No tenía otra opción mas que seguir al filo de la quebrada y abrirme paso por matorrales hasta encontrar una forma de bajar hasta el río, cruzar a la otra orilla y subir al monte de enfrente, pues en una casi milagrosa ventana de neblina logré ver que la ruta correcta estaba al otro lado. Así lo hice, me metí a la quebrada, arrastrándome a ratos, espinándome, raspándome con ramas, con brújula en mano intentaba seguir hacia el oeste abriéndome paso por el tupido bosque que cubre esa quebrada, existieron dos momento en que mi vista me jugo malas pasadas, en una; a lo lejos vi una franja blanquecina que pensé era un sendero y al acercarme descubrí que se trataba de un árbol caído, eso me hizo alejar de la ruta que estaba abriendo con mis manos y me llevo al filo del río justo donde se formaba una cascada de unos 5 metros de alto, donde resbale y caí pegando un grito, pero caí de pie como un gato sobre un conjunto suave de musgos, a salvo pero empapándome por completo con el agua helada de la montaña.
Dicen que los grandes descubriendo suceden por error, y así me di cuenta, pues donde había caído existía una forma de cruzar al otro lado del río, por lo menos ya me encontraba en la otra orilla, empecé a subir de la misma manera en que había bajado arrastrándome y lastimándome las manos un poco más, vi la hora, eran las 4 y 30 de la tarde y decidí que si a las 6pm no salía de esa quebrada entonces me daría por vencido, imaginaba que mis amigos ya estarían saliendo del páramo y que ya se estarían preocupando por mí, intente buscar mi silbato pero recordé que se lo había dado a Edgar cuando nos despedimos en la canaleta, busque mi celular y lo encontré ahogado, pues se había mojado completamente cuando caí por la cascada, estaba incomunicado. hubo un árbol que llamó mi atención y decidí acercarme, encontré una ladera de tierra que se notaba que se había formado por un derrumbe reciente, existía una forma de bajar, me deslice por la tierra y mis ojos me volvieron a recordar que necesitaba mis lentes, pues logre ver algo que parecía una manguera negra de agua y pensé que si me acercaba a esa manguera y la seguía iba a llegar al camino, pero cuando llegue a ella resultó ser una rama larga, por suerte a unos metros cerca de la rama encontré una manera rápida de subir, era un terreno lodoso y resbaladizo y la verdad me costó mucho esfuerzo, cuando llegue a la parte alta me senté a descansar, vi la hora, eran las 5 de la tarde y entonces escuche la voz de Evelyn que gritaba mi nombre, se escuchaba muy cerca, así que respondí gritando - ¡Bajando!- me levante y continúe abriendo el camino con las manos, 20 minutos después encontré rastros de caballos y supe que estaba al otro lado, cruza un riachuelo y vi los campos de papas que existen al occidente de esa ruta y un poco más abajo a la camioneta que nos estaba esperando, respire aliviado, la verdad ya me estaba preocupando, si no hubiera tenido la brújula conmigo no hubiera logrado orientarme en la dirección correcta.
Llegué a la camioneta fingiendo tranquilidad, pues no quería quedar mal frente a Evelyn y mentí diciendo que había tomado otra ruta que conocía muy bien jajaja, entonces para mi gran sorpresa Evelyn me hizo una pregunta.
- ¿Tu gritaste? – preguntó Evelyn.
-Si- respondí -Grite ¡Bajando!, cuando te escuche gritar mi nombre-
-No- volvió a decir ella – Antes de eso, se escucharon cuatro gritos-.

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