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CRÓNICA DEL CAMINANTE – Reflejo de huida

  • Foto del escritor: Pablo Tréboles
    Pablo Tréboles
  • 2 abr 2020
  • 5 Min. de lectura

Actualizado: 6 ago 2021

CRÓNICA DEL CAMINANTE – Reflejo de huida

Por: Pablo Tréboles


Habíamos llegado todos a Chiguac, la hostería de nuestro amigo Antuquito, eran las 7 y 15 de la mañana del día domingo 5 de febrero del 2017, estábamos reunidos: Alejandro, Antuquito, David, Toni, Cristian, Elvis, Jesus, Naty, y su padre don Julio y por supuesto mi persona. Habíamos planeado el ascenso al pico sur del Volcán Rumiñahui toda la semana y este domingo era el gran día.


Llamamos a una camioneta, para que nos acercará a la entrada de la ruta de la población de Panzaleo del valle de Machachi, Antuquito no nos acompañó pues tenía clientes en su hostería, salimos rumbo a la montaña a las 8 de la mañana, en el camino dentro de la camioneta, se desarrolló una conversación política bastante interesante. Llegamos a la entrada de la ruta a las 8 y 30 y después de realizar un estiramiento, comenzamos la caminata.


Esta era la cuarta vez que visitaba este pico, sin embargo, solo una vez he logrado subir hasta su cumbre, las otras veces hemos tenido tormenta eléctrica o lluvia, situaciones que nos habían obligado a regresar, esta vez tenía la esperanza de ver la formación con forma de dedo que se encuentra en la cumbre por segunda vez. Éramos un grupo bastante animado, yo iba al cabeza, seguido por Elvis, Naty y su padre, los demás se habían quedado un poco atrás, haciendo fotografías.


La montaña se mostraba cobijada por una espesa nube, que hacía, que me preocupara por una posibilidad de lluvia, seguimos la ruta que por ese lado está marcada, hasta llegar a un pequeño bosque de polilepis, donde hace unos años había acampado con mi amigo Darwin y mi amiga Nojita, la ruta que tenía pensado seguir era la misma ruta por donde habíamos ascendido los tres un día del 2014.


Llegamos al extenso arenal blanco que el Rumiñahui esconde por ese lado, durante la caminata había mostrado a mis acompañantes desde la arista, mirando hacia el norte, al Fabuloso pico Beltrán, el bosque de Tiliche y el paso del inca, todos estos lugares que podrían considerarse tesoros naturales mucho más valiosos que los de oro y plata.


Subimos por el arenal, fue un ascenso cansado pues este terreno hace que nuestro caminar sea pesado, al finalizar el arenal nos acercamos a una figura que yo llamo la Torre del Ajedrez, tallada en la roca por el viento, descansamos, nos hidratamos y compartí con mis amigos unas hojas de coca que había llevado para prevenir el soroche, una vez que renovamos fuerzas, continuamos con el ascenso.


Nos adentramos a la canaleta que más tarde supe que mis amigos la habían llamado “paso Tréboles”, todos se pusieron los cascos, Naty uso el mío y yo confiado de conocer bien la ruta solo cobije mi cabeza con un gorro para el frío, empecé a abrir la escalada, habíamos escalado unos 6 metros a plomo, detrás de mí se encontraba Naty y a mi izquierda estaba Alejandro que imprudentemente había decidido ir por el otro lado de la canaleta, estire mi brazo izquierdo para sujetarme de una roca del tamaño de un tv de 20 pulgadas, solo pude gritar ¡cuidado roca! Pues la piedra iba a caer a la izquierda golpeando a Alejandro, la roca se soltó, perdí el equilibrio, sin querer golpeé a Nathy y caí detrás de la roca, volé 6 metros hasta tocar el piso y como era una pendiente pronunciada, mi cuerpo resbaló 4 metros más de espaldas y con mi cabeza desnuda en dirección a unas rocas que se encontraban más abajo, faltando 3 metros para estrellar mi cabeza contra las piedras, mi pie derecho se atoro con una rama que sobresalía del conglomerado de la montaña, y me detuve.


Me quedé tumbado de espaldas, mi cabeza daba vueltas, pues sufrí un pequeño golpe al tocar el piso, David fue el primero en llegar a donde yo estaba, quiso levantarme pero no deje que lo hiciera, necesitaba saber qué era lo que me había pasado y si tenía alguna lesión grave que podría empeorar si me hubiera movido, lo primero que hice fue preguntar si Naty se encontraba bien, me comunicaron que a ella no le había pasado nada, y que ya estaba bajando a Alejandro tampoco le había pasado nada, entonces sintiendo que mi cuerpo se encontraba sano, me levanté y me senté en una saliente, llego todo el grupo a verme, Nathi se acercó junto con su Padre y mi cuerpo empezó a reaccionar, mi reflejo de huida se activó, mi respiración era agitada, mis manos y mis piernas se entumecieron, sentía que me iba a desmayar, descubrí un dolor en mi codo izquierdo, en mi pierna izquierda, en mi pie derecho y en mi cabeza.


No podía respirar, y mis manos y mis piernas no reaccionaban, sentía mis manos heladas, Don Julio comenzó a calentar mis manos, y Nathi a masajear mis piernas, estaba entrando en desesperación y una risa nerviosa me ataco, Nathi me revisó nuevamente y se aseguró que estuviera bien.


Nathi y su padre decidieron no continuar con el ascenso, a los otros chicos les pedí que continuaran, yo ya me sentía mejor y estaba seguro de poder descender con la ayuda de Nati y de su papá, los demás continuaron, los tres descendimos, pero descubrí que mi pie derecho no se encontraba del todo bien, pues me dolía al pisar, de todas formas no fue un impedimento y logre descender hasta el páramo y hasta la entrada de la ruta.

Considero que corrí con suerte, pues mis lesiones son menores; dos cortes pequeños en las manos, el codo izquierdo lastimado, el brazo izquierdo raspado, la rodilla izquierda lastimada y la misma pierna también esta raspada, mi pie derecho adolorido pues el aguanto todo mi peso cuando se atoro en la rama y mi cabeza esta con un moretón bastante grande.


Un poco más y esta crónica no existiría, y el día de mañana ustedes hubieran leído en las noticias sobre un joven andinista muerto en el Rumiñahui, creo que uno muere donde tiene que morir, la muerte esta vez pasó muy cerca de mí para susurrarme al oído que ella siempre está cerca y que sea más cuidadoso, corrí con mucha suerte.

A Nathi y a su Padre les estoy muy agradecidos por la ayuda y las atenciones, estoy a sus órdenes.


Y ahora sentado en frente al computador, en la seguridad de mi hogar, en la compañía de mi madre, de mis mascotas y con una taza de té de coca con limón, solo me queda agradecer por la lección de hoy, aun me siento asustado, pero sigo aquí, seguimos aquí.





 
 
 

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