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CRÓNICA DEL CAMINANTE – El montañero fantasma.

  • Foto del escritor: Pablo Tréboles
    Pablo Tréboles
  • 15 jun 2019
  • 6 Min. de lectura

CRÓNICA DEL CAMINANTE – El montañero fantasma.


Por: Pablo Tréboles


Para el proyecto de las +50 Cumbres, EL-SADDAY me habían designado el Cotacachi, la mamita Cotacachi seria la montaña que tendría que subir el 12 de noviembre 2017 simultáneamente con mis amigos Saddaistas que estarían ubicados en otras montañas de la cordillera, para esta empresa decidí formar un equipo de montañeros de confianza y buenos, así que enseguida me contacte con Juan Carlos Veloz (Jota) gran amigo mío que había conocido en el club del colegio Montúfar, me contacte también con Miguel Villacis (Cuervo Negro) otro gran amigo que había conocido hace unos años en el gimnasio de escalada “Monodedo” y con Edwin López, serían ellos por sus diversas características quienes me acompañaran al ascenso simultáneo, y el hecho de saber que compartiré con ellos una hermosa montaña; me llena de alegría.


La neblina era espesa, el ambiente húmedo, habíamos caminado menos de un minuto por los páramos del volcán Cotacachi y ya estábamos empapados y con agua en las botas, con la pequeña llovizna no podíamos ver al volcán, solo caminábamos por el sendero que se encontraba marcado. En esta aventura estábamos Edwin López, Miguel Villacis (Cuervo Negro) y Yo, los tres estábamos realizando el ascenso de reconocimiento para el proyecto “+50 cumbres simultáneas” que EL-SADDAY estaba por lanzar, Edwin es el más experimentado, conoce al Cotacachi como si fuera su segunda casa y Cuervo es un gran guía de montaña ambos han sido mis amigos ya algunos años, sin embargo, era la primera vez que ascendemos a una montaña los tres juntos.


Yo iba al frente de la marcha, Edwin me había puesto ahí para que conociera la ruta, cuando llegamos al arenal Cuervo me relevo y ocupó la parte delantera para leer la huella en la arena y en parte de la roca, en ese punto del ascenso algunas nubes se encontraban bajas y dejaban ver un hermoso paisaje azul y blanco extendiéndose hacia el sur, pero sin embargo más arriba se encontraba otra espesa nube cubriendo los picos del volcán, nos acercamos a una pared de piedra por donde corría una especie de riachuelo que se formaba por que la gran nube que estaba sobre nosotros estaba cargada de nieve.


La ruta continuaba por una rampa de piedra a nuestra derecha, en ese punto fue Edwin quien se hizo cargo pues encontramos que la rampa tenía nieve en algunos puntos, mis botas están un poco desgastadas y debía avanzar con mucho cuidado pues en algunas partes de la roca la nieve me impedía seguir con seguridad, al terminar la rampa, Edwin nos explicó que muchas veces en ese punto se coloca una cuerda fija para ascender con tranquilidad cuando se va con más personas, después de la rampa encontramos una pequeña travesía que debe ser bastante segura cuando está seca, pero al estar tan húmeda era resbaladiza y debíamos pasar con bastante cuidado, debajo de esta travesía se encontraba un paisaje único, un montón de piedras de derrumbes se han acumulado en este punto es como caminar sobre una superficie de otro planeta, todas las piedras se movían, era peligroso y seguro al mismo tiempo o por lo menos así me sentía, temeroso y bastante seguro de lo que estaba haciendo.


Empezó a nevar, pequeñas plumitas de nieve caían de la enorme nube que nos tapaba el paisaje, mi pies estaban helados y mis guantes empapados, lo único que podía hacer era continuar para mantenerme caliente, pero el agarre de mis botas ya no es el mismo de antes así que en algunos puntos, a pesar de que iba pisando en donde mis compañeros habían pisado resbalaba y debía poner mis manos en la nieve para tratar de no caer y resbalar hacia el vacío.


Llegamos al collado una extensa ventana en medio de dos picos, que formaba una media luna mirando hacia el cielo, en este punto del ascenso mi cuerpo empezó a fallar, unos pequeños efectos de túnel hacían que mi cerebro empezará a perder el equilibrio y un dolor de estómago intenso hizo que el caminar fuera torpe, intente ascender por el arenal que conducía a la cumbre pero no pude hacerlo mis botas resbalaban en esa empinada cuesta y no pude continuar también por el malestar, hace tiempo que no sentía síntomas de soroche, decidí regresar al collado para esperar que mis amigos hicieran cumbre y descendieran.


Nunca he tenido problema con abandonar una cumbre, voy a la montaña para disfrutar de ella, como dice la oración que siempre hago antes de ascender “permíteme disfrutar de tu naturaleza, de tus plantas, animales y rocas” siempre es por algo que una montaña no me permite subir, creo que a veces las montañas hablan, está claro que no son solo roca, tierra y hielo, tal vez solo sea yo el que aun las ve como seres que dan vida y como guardianes de secretos ¿las montañas, son solo montañas?.


Me senté detrás de una piedra que estaba en medio del collado para protegerme del viento, estaba sentado de tal manera que podía ver la cuesta por donde habíamos ascendido, continuaba nevando, había mucha neblina y en el fondo de la cuesta se podía ver una sombra moverse entre la nieve y la niebla, avanzando hacia arriba, avanzando hacia mí, era un montañero solitario que subía con un caminar suave, lo veía acercarse cada vez más al lugar en donde yo me encontraba, me quedé sentado esperando que él llegara, imagine que me preguntaría porque estaba solo y si me encontraba bien, entonces un extraño sueño me ataco, mis ojos se pusieron pesados y empecé a cabecear me quedaba dormido por unos segundos e inmediatamente despertaba asustado por que sentía que mi cuerpo se inclinaba hacia la pendiente, cuando abría los ojos veía al extraño montañero que aún avanzaba hacia mí pero no llegaba nunca solo caminaba lentamente cuesta arriba pero no llegaba, era una sombra que se cobijaba entre la neblina y se movía pero no se movía y lo veía más cerca y luego más lejos, el desconocido montañero nunca llegó, tome con las manos desnudas un poco de nieve y me la puse en la cara, no es bueno dormirse en la montaña, y empecé a caminar a lo largo del collado una y otra vez, pensando en lo que había visto.


¡BOOM! Fue el sonido que escuche venir en dirección de la cumbre e inmediatamente vi un montón de rocas caer al vacío, me preocupe por que mis amigos continuaban arriba y por un segundo pensé que les había pasado algo, pero a los 10 minutos del derrumbe escuche la voz de mi amigo Cuervo que gritaba mi nombre y enseguida vi a Edwin aparecer detrás del pico de la derecha del collado, ya estaban descendiendo estaban bien, me sentí más tranquilo, llegaron e iniciamos el descenso juntos como habíamos subido. En la bajada esperaba encontrar las huellas del extraño montañero que había visto entre la niebla, pero no había más huellas que las nuestras, tal vez fue una ilusión óptica por el cansancio y por el frío, tal vez fue el espíritu de algún montañero que aun visita a la Mamita Cotacachi o tal vez era ella, Doña María Isabel de las Nieves Cotacachi que apareció por unos momentos para evitar que me quede dormido, prefiero pensar que fue eso último.


Descendimos, pasamos las rocas flojas, la travesía peligrosa y la rampa de roca, luego el arenal y una extraña piedra con la forma de la cabeza de un lobo, mi amiga Gladys Cabascango del club de la Politécnica me había hablado de esa piedra, cuando vi la forma perfecta de la cabeza de un lobo me puse muy feliz, pues hace años que he ido buscando por los andes rocas con formas zoomorfas y antropomorfas ahora tenía una más para lista.


Llegamos a unas piedras grandes en medio del páramo y les conté a mis amigos del extraño montañero que había visto subir y enseguida me lleve una gran sorpresa que me lleno de alegría Edwin me dijo “debes escribir la crónica del caminante” que alegría tan grande saber que grandes montañeros como él han leído alguna vez una de mis crónicas. Continuamos el descenso, el cielo se despejo por un momento y vimos la hermosa laguna de Cuicocha en la parte baja del volcán, la leyenda dice que dicha laguna era la cuna de un inquieto Guagua Pichincha, que leyendas tan lindas tenemos en nuestros andes.


No sé si algún día mis crónicas sean importantes para el montañismo ecuatoriano, pero no me preocupo por eso, prefiero seguir registrando acontecimientos tan extraños y hermosos como lo que viví en el Cotacachi.


Con mucho cariño para el montañero desconocido del Cotacachi, tú también formaras parte de mi cordada.


 
 
 

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