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CRÓNICA DEL CAMINANTE – DOS AÑOS DE CAMBIOS

  • Foto del escritor: Pablo Tréboles
    Pablo Tréboles
  • 6 mar 2019
  • 7 Min. de lectura

POR. Pablo Tréboles


La última vez que había subido al Iliniza norte fue el 28 de junio del 2015 con mis amigos, Darwin, Antuquito, Bryan, Nojita, Alejandro y Jonathan, en aquella ocasión encontramos a la montaña casi pelada, solo unos cuantos seracs colgaban de las rocas rojizas del cerro, subimos por el empinado arenal que llega hasta la parte más cercana de la cumbre sin ningún problema, desde aquella ocasión no había regresado a esa cumbre por varios motivos, creo que a veces las montañas necesitan descansar de uno o tal vez nosotros necesitamos descansar de ellas, pero siempre veía a los Ilinizas cuando iba a las montañas cercanas a ellos, soñando con un día volver a pisar una de sus cumbres.


Ese día al parecer había llegado y con buenos augurios por cierto, pues desde muy temprano en la mañana habían ocurrido encuentros maravillosos, en donde mi grupo debía reunirse para ir al Iliniza también aparecieron otros amigos que iban al Rumiñahui, entre ese grupo de caminantes estaban Gabriel Villacis, Gabriela Mancheno y Daniela Luna los tres buenos amigos míos que muy felices nos llevaron en su furgoneta a Daniel, a Sarita y a mi hasta la entrada del Chaupi.


En la entrada de la parroquia de el Chaupi compramos algo para desayunar, el resto de nuestro grupo nos esperaban cerca al UPC de la parroquia, decidimos esperar un bus, mientras esperábamos llegó otro grupo de viajeros de los Andes quienes se nos acercaron e inmediatamente nos hicimos amigos, es sorprendente como las mochilas y los bastones hacen que los desconocidos enseguida se conozcan y formen lazos de amistad como si fueran forjados desde hace muchos años, eso ocurrió con Cristina una de los viajeros que acabamos de conocer, Cristina enseguida me cautivó con su sonrisa, su voz y su forma de caminar despacio pero segura de sí misma, nos hicimos amigos de inmediato.


En el UPC encontramos al resto de nuestro grupo, entre ellos estaba mi amiga Verónica Zapata quien es parte de la Red Ecuatoriana de Narradores, ella había decidido acompañarnos para buscar una nueva historia que contar eso es algo que Verónica y yo tenemos en común ambos somos cazadores de historias, además estaba Abita Lucya, y otros amigos de ella que aún no conocía con los amigos que habíamos conocido en la entrada del Chaupi sumábamos 13 personas que nos dirigimos a la reserva.


Habíamos llegado al sector de la virgen, hicimos un círculo y todos nos presentamos, descubrí entonces que en nuestro grupo contábamos con la presencia de dos amigas francesas que también subirán con nosotros. Entonces Albita pidió que yo fuera el guía e iniciamos la marcha hacia el Iliniza Norte, en un principio pensé que lo más óptimo sería ascender por la ruta directa, por donde había subido la última vez, veía a la montaña cubierta con una capa de nieve, yo iba al frente acompañado de Cristina, nos detuvimos para hidratarnos y consulte con Daniel y Gabo uno de los amigos de Albita si consideraban prudente ir por la directa, dijeron que no que preferían pasar por el refugio, acepte su consejo decidí que iríamos primero por el refugio, para que las personas que no pudieran seguir avanzando se quedaran a descansar.


Entonces otro encuentro de buen augurio, Mis amigos David García, Walter Salas y Ricardo Caiza quienes al igual que yo también habían pertenecido al Club de Andinismo del colegio Montufar aparecieron en medio del camino, saludamos afectuosamente, nos contaron que habían subido al Iliniza sur que las condiciones estaban excelentes para cualquiera de las dos montañas, para mí era muy grato encontrarme con ellos, pues prácticamente tuvimos la misma escuela de montaña, nos despedimos de mis amigos y continuamos en dirección al refugio.


Cuando llegamos al arenal que conduce a los caminantes hasta el refugio de los Ilinizas encontramos a otro amigo, A Galito Heredia del Club de Andinismo de la Universidad Central quien también es un gran contador de historias, apenas lo vi y supe que debía presentarle a Verónica, pues entre cuentacuentos nos entendemos, salude con Galito muy amistosamente aunque en un principio no logré reconocerlo, pero cuando por fin recordé quien era me puse muy feliz, ese era otro encuentro de buen augurio.


Llegamos al refugio una pequeña casita de color naranja, había nieve hasta cerca del refugio, era un paisaje hermoso de color blanco que nos daba la bienvenida, el Iliniza sur estaba cubierto de nieve sin embargo el norte estaba sin nieve solo se veía un poco cerca de la cumbre; Una leyenda cuenta que el Iliniza Sur es la celosa novia del Iliniza Norte y que siempre se enoja cuando van mujeres a visitar a su amado, para mala suerte de ella mi grupo constaba de ocho mujeres imagino que debió estar muy molesta pues en todo el día no se dejó ver, apenas por unas cuantas veces que medio se destapaba como para ver que tanto hacíamos durante el ascenso.


Antes de salir en dirección a la cumbre presente a Galito y a Verónica era necesario que dos cuenta cuentos se conocieran y que mejor lugar para ese encuentro que la misma montaña; ¿Cuántas historias habrán ocurrido en el Iliniza? Tenemos grandes historias como el ascenso de Whymper, Nicolás Martínez, Fabián Zurita, Las hijas de Nicolás, o las historias del gran Jack Bermeo, ¿Qué otras historias habrán transcurrido en estas montañas, Imaginen las leyendas que deben estar ocultas o lo que los antiguos habitantes habrán sabido contar de estas dos montañas?, siempre pienso en eso cuando camino por los Andes.


Nos colocamos los cascos, Sarita y Verónica decidieron no subir a la cumbre, al igual que los amigos que habíamos conocido en el Chaupi, ellos decidieron quedarse e ir a conocer la laguna, el resto del grupo empezamos el ascenso, la ruta que tomaría seria la ruta normal, escalamos la primera parte sin ningún problema seguidos de un grupo de turistas que iban más equipados que nosotros, antes de las escaladas más difíciles existe un arenal amplio en donde mi grupo se reagrupo nos hidratamos, tomamos un respiro y dejamos que el otro grupo se adelante para ir más juntos.


Mientras ascendía note que la montaña era muy diferente a lo que yo recordaba, cuántos cambios ha sufrido este hermoso lugar, la primera vez que subí al Iliniza Norte fue con el programa tras las huellas de Whymper, en esa ocasión me costó mucho llegar a la cumbre ahora no era tan doloroso para mí, pero ante mis ojos pareció un lugar que no había visto antes o que tal vez no recordaba, un estrecho paso, llamado el paso de la muerte, Gabo me dio una cuerda de 10m, pase pegado a la pared y asegure un extremo de la cuerda para facilitar el paso de los amigos que nos acompañaban, pasamos ese lugar con facilidad más allá encontramos otro paso que debíamos asegurar, de este se hizo cargo Daniel, en las otras ocasiones no recordaba que hubiéramos puesto algún tipo de seguro en la montaña, definitivamente la montaña era diferente a lo que yo recordaba, varios puntos cubiertos de nieve, mis botas se resbalaban en varias ocasiones y decidí que Gabo abriera el resto de la ruta yo me quede cerrando el grupo junto con Daniel.


Vi detrás de una arista un mar de nubes muy hermoso que suele aparecer en estas montañas de la cordillera occidental. El otro grupo que iba frente a nosotros avanzaban asegurándose en los pasos complicados, llegamos a la canaleta que lleva al último paso de la cumbre, encontramos una cuerda fija que el otro grupo había colocado para que sus turistas ascendieran seguros, aquel grupo fue muy amable de permitirnos usar su cuerda para ayudarnos a subir, así lo hicimos nos apoyamos en aquella cuerda y ascendimos seguros, después de esos 4 metros de escalada venía un paso al filo de una pared, tampoco recordaba ese paso, lo cruzamos sin ningún problema, entonces encontramos nuevamente a Galito, quien se despidió deseándonos feliz cumbre, deseamos a él y a su grupo lo mismo y continuamos el ascenso, pues prácticamente ya estábamos en la cumbre, llegamos a un lugar seguro, y esperamos que el otro grupo descendiera, para poder pasar nosotros a visitar la cumbre, cuando ellos descendieron pedí a Daniel que abriera el camino a la cumbre y así lo hizo, escalamos un poco y por fin apareció la cruz que señala el punto más alto.


Habíamos planeado que el ascenso duraría 2 horas y que regresaríamos a buscar a Verónica y a Sarita, pero a la cumbre habíamos llegado a las 4 de la tarde que era casi el doble del tiempo que habíamos pensado que tardaríamos en subir, tardamos tanto por la dificultad que representaba caminar sobre la nieve, por poner y quitar los seguros y por el tiempo que debíamos esperar para que el otro grupo nos diera el espacio suficiente para poder avanzar, pero estábamos en la cumbre al fin, nuestro grupo se tomó fotografías, y en seguida iniciamos el descenso, me di cuenta que éramos un grupo demasiado grande y que el descenso sería difícil sin una cuerda fija en la canaleta, Daniel también me dijo que era lo más irresponsable que había hecho, ascender sin una seguridad para el descenso y además tan tarde, yo también considero que fue irresponsable seguir subiendo, pero ya estábamos en la cumbre ya no había nada que hacer y reprocharnos eso no servía para nada, ahora había que descender.


No dejaba de pensar que había dicho a Verónica y a Sarita que en dos horas estaríamos de regreso, imaginaba que estaban preocupadas en el refugio, al descender pensamos en dividirnos en dos grupos uno que vaya al refugio a ver a las chicas y otro que bajara por la ruta directa para ganar tiempo pues ya estábamos demasiado tarde, sin embargo decidimos que el grupo no debía separarse y continuamos juntos, bajando lo más rápido posible para saber de nuestras amigas, pasamos las zonas con nieve y llegamos al arenal, descendimos ágilmente hasta el sector del río, salimos a los pies del arenal que lleva al refugio, desde ahí noté que bajaba un grupo de cuatro personas, imagine que en ese grupo descendería Verónica y Sarita, pedí que Gabo bajará al resto del grupo hasta los carros ya eran las 6 de la tarde y debíamos ver que todos llegaran con bien, yo me quede esperando a que esas cuatro personas descendieran para saber si eran mis amigas, cuando bajaron encontré que en ese grupo se encontraba Verónica quien me conto que Sarita había bajado más temprano junto con Cristina, me quedé más tranquilo y lleve a Vero y a sus otros tres amigos que había conocido en el refugio hasta el parqueadero.


Antes de llegar apareció un hermoso Cotopaxi rodeado de un collar de nubes. Durante mi viaje a Quito me puse a pensar en lo cambiado que encontré al Iliniza, en lo peligroso que se vuelve cuando está cubierto de nieve, imagine que así como cambian las montañas también cambian las personas y di las gracias a los Apus por la nueva historia que en esa montaña se acababa de escribir.


 
 
 

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