Crónica del caminante- Cerro Ingapirca o ¿Soldados?
- Pablo Tréboles
- 31 ene 2019
- 6 Min. de lectura
Actualizado: 30 jul 2019
Por: Pablo Tréboles
Desde el interior de la carpa Evelyn y yo escuchábamos el fuerte soplar del viento, habíamos caminado cuatro horas para llegar hasta ese punto, atravesamos el páramo del Pichincha, subimos su arenal oriental y descendimos el arenal occidental, cruzamos por la llamada arista de la brujas, estábamos agotados por el peso que habíamos llevado en nuestras espaldas, sin embargo el agotamiento se veía minimizado por la emoción y esa sensación inexplicable que da el explorar nuevos caminos, dicen que el montañista es aquel que lleva sus pies a donde sus ojos soñaron y justamente eso intentábamos hacer.
Hace meses, mientras me encontraba explorando el Pico cabeza de mono y el Huairauco, logre divisar al noroccidente un pequeño cerro de 4400msnm que se levantaba elegantemente entre el páramo. Siempre me he sentido atraído por esos montes que nadie visita y que consideran que no dan gloria, sin embargo la única gloria que busco es la del conocimiento y la idea de acercarme a un cerro prácticamente olvidado me atraía demasiado, digo que este cerro ha sido olvidado ya que aunque pregunte a muchas personas y a pesar de dar su ubicación con puntos de referencia como “Detrás del Cerro Ladrillos" la gran mayoría respondía que por ese lugar no existía ningún cerro o que nunca habían visto uno por ahí. No puedo estar loco y ser el único que ha visto ese cerro, lo que pasa es que la gran mayoría de “montañeros” han aprendido que lo importante solo es subir, se ha perdido la bonita costumbre de observar a nuestro alrededor “Subir por subir y vivir por vivir” diría un viejo amigo mío.
Unas semanas antes hice en solitario y en la noche la ruta conocida como Integral de los Pichinchas, y al volver por la arista de la brujas que se encuentra en la base del Cerro Ladrillos con la ayuda de una carta topográfica pude confirmar algo que sospechaba, el nombre de ese cerro desconocido era Soldados, ese fue el primer paso que di para motivarme a alcanzar su cumbre la cual desde la arista de las brujas parecía empinada y hasta un poco peligrosa, aunque en realidad en febrero del 2018 ya había hecho un intento de acercamiento con mis amigos de El-Sadday pero el bandido cerro se encontraba cubierto de neblina y no pudimos acercarnos demasiado.
En un inicio planee en explorar el cerro yo solo pero a veces a los Apus no les gustan los visitantes solitarios así que pensé que sería buena idea llevar un amigo o una amiga conmigo, existe una persona especial en este pequeño mundo de montañas mi gran amiga Evelyn Yambay del Club de Andinismo Politécnico, digo que Evelyn es una persona especial ya que al mencionarle que la salida sería netamente de exploración mostró gran emoción, así que bajo el lema de la vieja escuela de montaña “Comer poco, dormir poco y caminar mucho” iniciamos nuestra aventura de descubrimiento del Cerro Soldados.
La primera jornada del 28 de Julio fue agradablemente familiar pues en el camino que se extiende del teleférico al Rucu Pichincha nos encontramos a varios amigos con quienes saludamos muy afectuosamente, cada uno nos regalaba buenos augurios y deseos de buen camino cuando les contábamos nuestros planes, también nos encontramos con un guarda páramos quien también nos deseo suerte y además nos contó que por el sector al que íbamos caminan osos de anteojos que suben desde los bosques nublados del chocó andino, con esas estupendas energías avanzabamos el primer día cargando nuestras pesadas mochilas, pesadas pues Evelyn pensando en la seguridad de ambos había llevado una cuerda y otros equipos además de bastante comida, yo un poco más confiado de que el misterioso Cerro Soldados no representaría mayor riesgo solo metí en mi mochila la carpa, la bolsa de dormir y un poco de comida y por supuesto lo necesario para caminar en la oscuridad, para abrigarnos, un reverbero que al final nunca sirvió, y un litro y medio de agua para hidratarnos durante los dos días de marcha que nos esperaban.
Al cruzar la arista de las brujas logramos divisar nuestro objetivo, hermosamente despejado dejándonos ver la arista larga por la cual planeaba realizar el ascenso y una gran pared de roca que planeamos en un inicio rodear por la derecha del páramo, al fondo del cerro ladrillos se encuentra un bonito bosque de chuquiraguas y almohadillas nos adentramos al bosque y encontramos el lugar perfecto para plantar nuestro campamento, una vez que levantamos la carpa y después de comer nos dimos las buenas noches y fuimos a descansar, la noche era fría azotada por un fuerte viento.
A las 4 de la mañana sonó la alarma de mi celular, despertamos y enseguida nos alistamos para salir en busca del Cerro Soldados, la madrugada seguía helada pero nuestra curiosidad pudo más, con la luz de las linternas empezamos a caminar y a abrirnos paso por las pequeñas Chuquiraguas, yo abría el camino, sobre una almohadilla encontramos un excremento de lobo lo que demostraba que por el sector habitan esos hermosos canes del páramo, el excremento estaba fresco y tenia pelos de conejo alrededor debió cazarlo durante la noche. Continuando con el camino me apegue a la arista justo frente a la pared de roca que habíamos visto en el día, Evelyn insistió en rodear por abajo y a la derecha, pero yo quise acercarme a la pared para verla mejor, así lo hice y descubrí que podíamos superarla por un paso entre la piedra, así lo hicimos al llegar a la cima de roca logramos ver las luces de poblados como Mindo y Nono en dirección occidental.
Poco a poco el cielo se iba despejando y mostrándonos las estrellas de la madrugada y sobre el Guagua Pichincha una enorme luna llena se escondía poco a poco, Evelyn expresaba lo maravillada que estaba con ese espectáculo, luego de haber superado la roca encontramos una cresta de roca expuesta más de un lado que del otro, por la izquierda había un barranco de unos 30 metros y a la derecha un paso de pajonal, decidí tomar la cresta por la parte alta, levantando las piernas sobre las piedras que estaban expuestas al vació, Evelyn tomó el pajonal, detrás de esa cresta rocosa se encontraba una arista larga y desde ese punto ya logramos distinguir la cumbre del cerro que se veía adornada por tres estrellas, ya eran más de las cinco de la mañana y a nuestra derecha empezaba a verse la primera luz del sol alumbrando al oriente, un Quito cobijado por un mar de nubes, podíamos sentir un bravo viendo congelante por lo menos a mi me complicaba el respirar, descubrimos también que el Cerro Soldados no tenía una cumbre sino dos y debíamos alcanzar primero a la que llamamos cumbre sur para de ahí alcanzar la más alta la norte que desde donde estábamos se veía mucho más empinada.
Alcanzamos la cumbre sur que era de pajonal, ahí nos hidratamos, nos dimos cuenta que ya eran cuarto para las seis de la mañana y decidimos atacar la cumbre norte, desde la primera cumbre la más alta se veía imponente empinada y rocosa, pero cuando llegamos a la base nos dimos cuenta que era empinada pero llena de almohadillas, subimos esos últimos metros sin problema y al alcanzar la cumbre más alta una formación natural de piedra que era perfecta para realizar fotografías ya que la salida del sol y el mar de nubes que cobijaba a Quito daban un marco perfecto, ahí esperamos aguantando el frió a que el sol por fin nos abrigara, el cielo de oriente se pintó de rojo y amarillo por el nacimiento del sol mientras que el cielo de occidente se pintaba de celeste y rosado poco a poco la luna se retiraba hacia el otro lado del globo.
Cuando regresamos al campamento nos quedamos dormidos una hora, luego de ese sueño de descanso desarmamos el campamento, alistamos las mochilas y empezamos el ascenso en dirección del arenal occidental del Rucu para poder alcanzar la roca del águila y volver al teleférico, sin embargo, Evelyn es una muchacha muy fuerte y propuso que también subieramos a la cumbre del Rucu, al principio pensamos en dejar las mochilas cerca de la pared final de la montaña pero decidimos coronar la emblemática montaña de Quito con el peso de nuestras mochilas.
Un año después conocería a Alexandra Jurado, quien también conocía a esta montaña, ella insistia en que el nombre del cerro que yo conocía como soldados en realidad era Ingapirca finalmente comprobó que tenía razón mostrandome una carta topográfica del centro-norte de Quito. Lo que había sucedido fue que yo tenía una carta topográfica de centro - sur de Quito y que cuando intente identificar al cerro me había equivocado pues este cerro no aparecia en mi carta.

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