CRONICA DEL CAMINANTE – Huaira urco
- Pablo Tréboles
- 2 feb 2019
- 4 Min. de lectura
Por: Pablo Tréboles
Ni un solo ruido, solo las cuturpillas silbaban en medio de los pajonales, solo se escuchaba al viento cantando sus historias y acariciando las aristas de la montaña.
Era el viernes 1 de septiembre del 2017, me encontraba solo en camino al Ruco Pichincha, era muy temprano y no había mas caminantes en la ruta, solo éramos la montaña y yo, casi no había nubes en el cielo y las pocas que quedaban se retiraban empujadas por el fuerte viento, había decidido ir a la montaña yo solo, pues necesitaba ordenar mis pensamientos y ya había pasado mucho tiempo desde la última vez que me había aventurado a una montaña en solitario, cuando subes solo, te encuentras contigo mismo en medio del camino, literalmente, descubres tus capacidades, tus falencias, y tus debilidades.
Soy muy curioso, creo que una crónica anterior mencione que cuando era niño jugaba a imaginar que era Indiana Jones y que exploraba lugares increíbles, y ahora con 25 años intento hacerlo y estando yo solo en la montaña mi imaginación empezaba a dispararse, solo escuchaba mis pensamientos, mientras caminaba en completo silencio iba jugando e imaginando que me encontraba en un lugar desconocido.
El objetivo de este día no era el Rucu Pichincha, mi objetivo era un pico más pequeño que se encuentra al norte del pico más alto de este complejo volcánico, en una ocasión había visto al pequeño pico en compañía de mi gran amiga Ruth, y me había llamado mucho la atención, sin embargo no encontraba el día para poder ir a visitarlo, quería saber que había en esa dirección, investigue mucho, busque por todos lados los nombres de los dos picos alternos del Rucu Pichincha, en el libro de Fabián Zurita encontré el nombre de uno de ellos “la cabeza de mono” porque desde la base del arenal se puede observar a una piedra que asemeja ser la cabeza de un mono, pero el nombre del pico al que quería ir no lo encontré en ningún lugar.
Llegue a la cueva del Oso y salude con unos corredores, me detuve en esa enorme almohadilla para descansar, abrigarme e hidratarme, el viento cada vez soplaba más fuerte lo que era beneficioso para los inquietos curiquingues que veía planear en esas fuertes ventiscas, estas aves son increíbles, tan grandes, tan hermosas, tan nobles, verlas volar me hace desear ser un curiquingue y pasar mi vida en medio de las rocas de las montañas.
Continúe mi camino, iba despacio no tenía apuro alguno, solo disfrutaba del caminar, del silencio y del viento, llegue al arenal, entonces surgió una duda, ¿debía seguir desde abajo en dirección norte? o ¿debía ascender hasta la base del cabeza de mono para continuar al norte a mi encuentro con el pico desconocido? Me decidí por la primera opción y continúe desde ese punto hacia el norte, atravesé un poco de arenal, unas cuantas almohadillas, y pase junto a las rocas plomas, al otro lado un grandioso arenal blanco se extendía como si fuera un poncho tendido al sol.
Desde ese punto me coloque el casco, subí unos cuantos metros pegado a la roca que descubrí que estaba un poco floja en algunos puntos, pase sin problemas, y entre al arenal de color blanco, a mi izquierda había una pequeña cueva, y sobre ella estaba una de las tantas formas que los andes esconden, una gran roca que para mí mente divagadora parecía ser un caballito de mar que nadaba entre las nubes, me alegre mucho de ver esa roca, era una figura muy tierna, ¿Cuántas figuras así existirán en las montañas? Recordé al puma, al sapo, al conejo, al montoruno, y al pato que hay en el Rumiñahui, que cosas tan locas.
Llegue a la base del pico misterioso, subí una parte por unas almohadillas, el viento en este punto soplaba muy fuerte, podía ver sobre mi cabeza una aguja muy afilada tallada por el viento, detrás de esta aguja se veía la forma ovalada de la cumbre, desde ese punto se veía imposible llegar a ella, parecía muy empinada y pensé que seguramente debería escalar lo que con ese viento y estando completamente solo y además alejado de la ruta que todos toman para subir al Rucu sería muy peligroso, avance un poco más y descubrí una especie de canaleta en medio de lo que era la cumbre y una arista más pequeña que terminaba con una roca que cumplía la función de muro contra el viento, esto ocasionaba que el viento al pasar por esa canaleta, chocara contra el muro y regresara formando una especie de huracán y produciendo un sonido muy fuerte, recordé él TE-DEUM de cumbres en donde dice “A ti se eleva nuestro espíritu de conquistadores, desde esta cima azotada de huracanes”.
Por la izquierda era factible subir a la cumbre, solo había que pasar una fisura en la roca, pero el viento era muy fuerte y podía empujarme, investigue a la derecha encontré que por ahí era más fácil, había que pasar un balcón, me apegue a la roca y lo cruce sin problema, llegue a la cumbre, la cumbre era pequeñita, se extendía unos dos metros formando una terraza, al ver hacia abajo descubrí una enorme caída no me acerque mucho por el viento, la cumbre era muy expuesta pero hermosa.
Agradecí haciendo mi oración de montaña, pedí al Apu que así como me había permitido subir, también me permitiera bajar.
Recordé que no conocía el nombre de este pequeño pico, que incluso tal vez ni siquiera tenía nombre, me senté en la roca de la cumbre disfrute de la vista y pensé, “VIENTO” “CERRO” –HUAIRA URCO- dije en voz alta -te llamare HUAIRA URCO- “el cerro del viento” e inicie el descenso, mi cumbre, mi hogar me esperaba.
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